martes, 12 de octubre de 2010

Dos lalinenses en Malta. Segunda parte


Y seguimos...
Antes de alquilar nuestro coche quería enseñarle a mi hermana el verdadero motor de Malta: sus autobuses. Fácilmente distinguibles no solo por sus colores, sino por su ruido de máquina cascarrabias, al final les he cogido cariño.

A veces incluso encuentras alguno realmente antiguo y muy bien conservado y limpio tanto por dentro como por fuera, señal del orgullo que siente el conductor por su viejo amigo.

Su punto de encuentro o lo que es lo mismo, la central de autobuses, se encuentra en una plaza a la entrada de la amurallada Valletta. Un caos, un ajetreo, un desorden que sólo ellos entienden, y que al turista vuelve loco.



Ya con nuestro coche de alquiler nos fuimos a Blue Grotto, con la mala suerte de que ese día no salían las barcas porque soplaba mucho el viento. Aún así, ver esas formas en la roca tan difíciles y tan desafiantes a la gravedad fue espectacular.
Saltamos el muro y siguiendo las indicaciones de los barqueros frustados, nos fuimos hasta el borde del acantilado para poder sacar algunas de las fotos más bonitas que tenemos de Malta.
Y lo mejor fue la sonrisa del guarda del aparcamiento cuando le dimos la propina. Seguramente no se esperaba tanto ni nosotras sabíamos cuánto darle, pero aún así nos reímos un rato con su expresión de dibujo animado.
De camino hacia Sliema de nuevo nos encontramos con una señal que estábamos tan dispuestas a seguir que dimos la vuelta con el coche. ¡¡Ese era nuestro lugar en Malta!!

El paraíso nos lo reservamos para el último día, así mi hermana podría tener un viaje de regreso relajado. Comino nos estaba esperando, aunque de nuevo con olas grandes y el mar un poco enfadado. Asi que el barco tuvo que ir por una ruta alternativa y nos dejó al lado del único hotel de la isla. Caminamos unos 8 minutos hasta ver desde lo alto la pequeña Blue Lagoon.


Azul turquesa, arena fina y rocas abruptas con miles de hamacas es la descripción más simple que se puede dar, porque el resto es mejor guárdarselo para uno mismo, ya que no creo que haya palabras para este lugar.













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